¿Qué significa ser ecosocialista hoy?

El panorama socioambiental del planeta es gravísimo. Las voces de alerta se multiplican en los círculos científicos del propio capitalismo. El marxismo ofrece un método para interpretar este fenómeno dramático y construir una propuesta alternativa, radical. En la izquierda en sus distintas vertientes hay polémica y salidas diversas. Socialismo y ecología en el siglo XXI, un imperativo revolucionario. Nuestro paradigma.

Quiero empezar este artículo con una cita: “La tierra, el mundo que conocemos, con su geografía costera estable y su civilización, está en peligro inminente (…) La continuidad de la explotación de combustibles de origen fósil amenaza la supervivencia de la humanidad en plazos más cortos de lo que pensamos”. No van a dejar de sorprenderse cuando lean que el autor de esta tesis es James Hansem, climatólogo de la NASA y uno de los mayores especialistas sobre el tema a escala planetaria. De esta dimensión de problemas hablamos, y se discute en el corazón del capitalismo. La lógica del modelo productivo dominado por la ley de la ganancia sostenida, implica una dinámica insostenible: superproducción permanente, sobreconsumo artificial fomentado por la publicidad y un planeta con límites físicos ya conocidos. La alteración brutal de las condiciones del clima están provocando derretimiento de los cascos polares y un proceso en espiral cuyo punto irreversible no está lejos. La orientación social de la actual civilización lleva al desastre. Y a la vez no hay ninguna posibilidad de que la clase hegemónica provoque ningún cambio drástico positivo. Es una clase conservadora, reaccionaria y cuyos privilegios materiales dependen de la continuidad del capitalismo. Sin capital tienen todo para perder. Son una fuerza ciega que conduce al precipicio. Marx increíblemente anticipó en una intuición científica genial un curso que en nuestra opinión es hoy un rasgo definitorio del sistema. En La ideología alemana plantea que “en cierto desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a un estadío en el que las mismas en el marco de las relaciones existentes se transforman en fuerzas destructivas”. La vigencia de esta afirmación, que Marx no desarrolló, es completa. La sobrevida histórica de un sistema que ya no tiene nada positivo para darle a la humanidad gesta fuerzas destructivas. La matriz energética petrodependiente y el modelo de despojo extractivista en América Latina son la prueba categórica de la incompatibilidad del capitalismo con la mayoría de las personas.

Productivismos en la izquierda

El impacto socioambiental de la civilización capitalista es un dato contemporáneo, nuevo en la agenda de la sociedad. La minoría propietaria que manda, la burguesía, lo intentó subestimar, encubrir y ahora, cuando eso es imposible, construye falsas salidas, utópicas y absurdas. Pero, esta vez nos queremos detener en problematizar las posiciones que existen en la izquierda sobre el tema. En este campo político hay incomprensión, reformismo, dogmatismo y subestimación increíble de esta problemática. Las corrientes que se denominan progresistas tienen un esquema reformista típico. Asumen que los países semicoloniales como los de América Latina deben atravesar una evolución histórica idéntica a la de los países capitalistas desarrollados. Por lo tanto, en su paradigma etapista, primero hay un largo e indeterminado período de desarrollo capitalista independiente en las condiciones del capitalismo del siglo XXI, por lo tanto, extractivista. Así, García Linera, Borón y otros, explican que la clave de la “liberación nacional-antiimperialista” consiste en compartir la renta extractivista con petroleras, mineras, pooles y grandes desarrolladores inmobiliarios o a lo sumo formas -en el mejor de los casos- de economía mixta. Resultado: consolidación del extractivismo y alimento del círculo vicioso que impide romper con esa lógica. Adaptación al capitalismo. Por otro lado, están las corrientes marxistas, incluso socialistas que ubican en un lugar muy secundario este eje y dan respuesta equivocadamente productivista a un campo problemático nuevo, que exige creatividad revolucionaria. En nuestro caso, partimos de otro enfoque. El esquema sería la clase obrera se apropia revolucionariamente del desarrollo capitalista en el estadio que esté y socializa propiedad y el producto de ese desarrollo. Así el FIT propone megaminería con control obrero y hasta con el Nuevo MAS tenemos un debate crucial: salir del capitalismo extractivo en transición a un modelo socialista con perspectiva ecológica.

Ecología socialista, socialismo ecológico

Nosotros tenemos otro enfoque. Planteamos la necesidad de revertir una lógica básica. En lugar de un sistema basado en la producción de valores de cambio -cosas para vender-, planteamos una orientación basada en la producción de valores de uso -cosas necesarias socialmente. ¿Y quién decide qué es útil socialmente? La mayoría de la clase obrera y el pueblo, empoderados económica y políticamente, a partir de expropiar a los capitalistas los principales resortes de la economía y la política, trazando una planificación democrática de la producción. Esto supone arrebatar al mercado la decisión de qué producir y consumir. Para eso, partimos de una estrategia socialista basada en la igualdad de derechos para todos los que trabajan y a la vez, incorporar como variable que ese objetivo tiene que ser compatible con la preservación del medioambiente. Es decir: socialismo ecológico, ecosocialismo. Esto puede implicar necesariamente prohibir industrias como la megaminería, el agronegocio, el fracking, la cementación anárquica, la publicidad, el armamentismo. Todo como horizonte, como hipótesis estratégica. Nuestra razón de ser es garantizar el pleno empleo repartiendo las horas de trabajo y reduciendo la jornada laboral con igual salario. Esto implica reducir el volumen material de lo producido. Reemplazar el negocio de la publicidad capitalista por el derecho social a la información libre y plural. Garantizar también comida suficiente, accesible y saludable. Energía basada en renovables y limpias. Fomento del transporte público estatal con control social para desincentivar el transporte individual. La cooperación entre los pueblos, con visión internacionalista. Estos vectores para pensar un programa política anticapitalista y ecosocialista son cruciales para la renovación programática en la izquierda revolucionaria. Nosotros encaramos ese desafío. Es parte de nuestra contribución a construir una alternativa socialista para la disputa por el poder para el 99%. Esa es nuestra obsesión.

Mariano Rosa